Los mil y un cuentecitos de la Biblia
- ALEJANDRO DURAN
- 19 dic 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 20 dic 2024

EN EL PRINCIPIO
En la morada celestial, que era lo único que existía, el Supremo de lo Alto moría de tedio y aburrimiento eternos, junto a sus huestes de arcángeles, ángeles y querubines, que simulaban un falso "todo está bien", "somos felices", sin tener nada que hacer ni porque preocuparse. Toda era el letargo de la beatitud.
De pronto, el Supremo de lo Alto se animó y dijo: "¡Hagamos un mundo de verdad!". El coro de la hueste celestial saltó de alegría y apoyó la ingeniosa idea. El supremo se puso a la obra, y miró hacia abajo. Todo era informe y vacío, oscuro. Y entonces dijo: "Este es el principio. ¡Que haya luz!". Y hubo Luz. Así comenzaron las cosas...
Y ya con la luz, lo vio. Era el mundo que se había imaginado y soñado, donde ocurrieran cosas verdaderas, sorpresas, risas, llantos, dolores, dudas, desconfianzas, desacatos, castigos, sensualidad, desigualdad, desorden, parloteo, alboroto, conspiraciones... Y sobre todo, adoradores de verdad, de carne y hueso, y no esos aduladores celestiales. Ahí estaba. Y de una le puso nombre: "Planeta Azul". Con el tiempo lo llamaron Tierra.
De inmediato bajó y se puso a crear a viva voz todo lo que vemos arriba y abajo y sobre la tierra, que se llenó de toda clase de vida. Vio lo hecho, y dijo que era bueno. Era el día quinto. Sentía que faltaba algo, y de pronto se acordó: ¡Los adoradores de verdad! Extasiado pronunció las entrañables y enigmáticas palabras: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que sean varón y mujer". Bendiciéndolos les dijo:
"Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra". Era el día sexto desde el
Principio, y satisfecho de su obra, se puso a descansar, y ya era el día séptimo, que consagró al descanso. Continuará...
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